lunes, 31 de agosto de 2009

COMENTARIOS DEL DIRECTOR

Lo que me atrajo de la historia de GIGANTE es que se mueve en el límite que separa el amor de la obsesión. Me refiero a ese punto en el que enamorarse tiene una dosis de alienación, y la persona enamorada se convierte en un ser ido y obsesivo.

La vida de Jara es muy monótona, hasta que un día, en una de las pantallas de vigilancia que observa cada noche, descubre una imagen que encaja perfectamente con un deseo escondido e ignorado por él mismo.

Al principio, y dado que Jara es un hombre grande, fuerte, de aspecto algo amenazante que se dedica a la vigilancia, es posible que el espectador le vea como un peligro potencial para la chica de la limpieza, sobre todo tomando en cuenta el modo en que intenta acercársele.

Pero esta idea se va desvaneciendo a medida que el espectador se da cuenta de que Jara está locamente enamorado de Julia y de que no representa un peligro para ella. Al contrario, es él quien tiene miedo.

Jara no tarda en empezar a cambiar; sus sentimientos son más fuertes que él, y se comporta como un mirón, la sigue de lejos, algo totalmente ajeno a su personalidad.

GIGANTE me parece una subversión del modelo clásico de la comedia romántica.
GIGANTE, al contrario de las comedias románticas, muestra el proceso en el que se ve atrapado uno de los dos: cómo descubre a la otra persona, cómo le cautiva y ciega la imagen de la otra persona, cómo se da cuenta de que se ha enamorado, cómo por fin se atreve a entrar en contacto con la persona real y no solo con su imagen.
La película no cuenta el principio de una relación, sino lo que precede a dicha relación. Habla del proceso por el que pasa cualquier ser humano enamorado antes de actuar, del momento en que debe enfrentarse a sus miedos más profundos.

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